Hogarth. Él simplemente tenía vergüenza de sí mismo porque creía que se conocía bien, pero no hay en el mundo un racionalista del cual, al rascar un poco, no salga irracionalismo… Sabía que disfrutaba viendo cómo les va mal a los otros y por eso no confiaba en sí mismo. En general, los verdaderos pecadores no se encuentran nada mal. Son los que en el fondo no han hecho nada terrible los que tienen remordimientos de conciencia; esto se reparte de forma injusta. Es gracioso que en la literatura haya muy pocos académicos porque se trata de una especie aparte. Algunos son unos santos, como Einstein, pero otros son unos monstruos que mejor que no lleguen a controlar el mundo.