Fábulas de robots fueron para mí una especie de andamio que me sirvió para subir hasta el nivel desde el cual pude saltar a la escritura de Ciberíada. Esto se puede observar muy bien en orden cronológico. Al principio, empleé el esquema convencional de un cuento, y luego empecé a modificarlo de una forma cada vez más acrobática. Alguien podría decir que quería preparar al lector, no sorprenderlo demasiado, y así engancharlo cada vez más. Pero esta no era mi intención.
Cuando mi hijo tenía ocho años, le escribí un cuento. Desafortunadamente, después de leerlo lo rechazó totalmente; simplemente, no le gustó. Sin embargo leía con gran placer las fábulas no destinadas intencionalmente para niños. Por lo visto, no pertenezco a ese grupo de escritores capaces de enfocar con precisión al lector, para luego “matarlo de un tiro”, tengo que escribir lo que soy capaz de escribir en un determinado momento. Yo soy muy infantil, sin duda alguna. Siempre me han gustado los juguetes…