En Non serviam formulé, medio en broma medio en serio, una tesis que fascinó a los especialistas americanos de ordenadores e inteligencia artificial, consistente en que la conciencia es el resultado de grandes tensiones y contradicciones, que el motivo de su existencia es una especie de escapatoria, un intento de ordenar y uniformizar algo que carece de cualquier uniformidad. La conciencia en realidad es un corcho que flota en un mar agitado de emociones y disturbios, que desde abajo la intentan formar y dirigir de una u otra forma, mientras ella pretende explorar todos estos procesos. ¿Es así de verdad? No tengo ni idea. Es una hipótesis muy audaz.